MAR
DEL PLATA.- Que a nadie le quepan dudas de que ganar así, tras un buen
susto, luego de perder en gran parte de la primera mitad y de mostrar
una reacción magnífica en la segunda, para terminar con tranquilidad,
solvencia y autoridad, es mucho más importante que sacarle 30 puntos de
diferencia a un rival débil. Triunfos del seleccionado argentino como el
de anoche sobre Puerto Rico por 81 a 74 en la cuarta jornada del
Preolímpico sirven para templar el ánimo y recuperar capacidades quizás
olvidadas.
Además, fue en un juego luchado, de mucho roce, que
consumió altas dosis de adrenalina y concluyó con una fiesta en las
tribunas. Con el Poli a tope como nunca, la gente parada
aplaudiendo, cantando y revoleando los colores celeste y blanco. Ideal
para seguir soñando con Londres 2012.
Las imprecisiones de los primeros minutos, más los libres
fallados por Chapu Nocioni y Luis Scola, trajeron algunas dudas, que se
transformaron en desconfianza y tensión en la medida en que también
erraron lanzamientos otros jugadores y Carlos Arroyo, base suplente de
Miami Heat, empezó a embocar todo lo que intentó. Fueron esos cuatro
minutos iniciales (3-7) suficientes para que Puerto Rico tomara
confianza y se plantara de igual a igual. Y además, los argentinos
intentaron correr en todas las ofensivas, con cierta desesperación, lo
que permitió al rival estar en su salsa, en su juego de ida y vuelta.
Dos triples de Manu Ginóbili y su gesto con los brazos de
pedido de aliento parecieron levantar el ánimo errático y la fe
tambaleante del local, pero la eficacia siguió sin mejoría,
especialmente en los libres (4 de 9 en el primer cuarto).
Tras el 21-18 del primer parcial favorable al local, los
problemas de efectividad se agudizaron en la siguiente etapa, cuando
cuatro intentos seguidos de triples fallaron y los boricuas retomaron el
comando con un Arroyo muy encendido y escurridizo que complicó mucho a
Pablo Prigioni, y al propio Manu cuando le tocó marcarlo.
El juego, friccionado, con empujones desleales y
demasiadas protestas de ambos equipos a los árbitros, se hizo muy
trabado e incómodo, sin lanzamientos con espacios. Argentina no
aprovechó el juego interno de Scola, extrañamente impreciso, y como
tampoco embocaba los tiros a distancia, el visitante llegó a ganar por
33 a 27. No obstante, Ginóbili maquilló el final del primer tiempo con
dos penetraciones (14 puntos hasta entonces) para quedar abajo por 36 a
34.
El inicio del tercer cuarto mostró lo mejor del
seleccionado ayer azul: tres tapas y tres robos, más dos penetraciones
positivas de Manu y un triplazo de Nocioni provocaron un parcial de 16 a
0 en cuatro minutos. Una reacción espectacular, que el público vivió de
pie y al grito de "¡olé, olé, soy argentino, es un sentimiento...!".
Comienzo suficiente para serenar los ánimos, reestablecer la táctica y
trabajar con más confianza. Por otro lado, los boricuas sintieron el
golpe y las acciones individualides de José Barea terminaron de
complicarlo. Por eso el 62 a 50 para el anfitrión al cabo del parcial,
luego de que la Argentina sacara hasta 14 tantos de ventaja (48-62).
El último cuarto, ante un Scola impecable en el tiro
corto y una defensa ágil, atenta, que metía manos por todos lados,
robaba balones y tomaba rebotes, los puertorriqueños cedieron y
entendieron que lo que tenían enfrente era una vigente Generación
Dorada. Capaz de rehacerse y de ser grande como antes.
POR FIN SE NOTÓ EL PÚBLICO
Fue el primer partido en que los hinchas se hicieron
sentir. Y Emanuel Ginóbili, que llegó a pedirles aliento, lo destacó:
"Fue muy lindo jugar en estadio lleno y con el público apoyando
constantemente. Un placer vivirlo así. Desde que empezó el Himno fue
emocionante"..