El sinceramiento de las estadísticas económicas y sociales está destrozando el edificio retórico del kirchnerismo. Ya quedó claro que la inflación real cuadruplicaba las fantasías del Indec. Además, el Gobierno acaba de reconocer que el crecimiento de la última década estaba inflado. Y las mediciones de pobreza están retenidas para evitar lo que toda la Argentina imagina: que el número actual de pobres es inmensamente mayor al que admiten hasta ahora los números oficiales.
Por eso, ayer le tocó protagonizar un anuncio vergonzante al sindicalista estatal Hugo Yasky. La CTA kirchnerista que lidera hizo públicos sus propias cifras calculando que los argentinos pobres están apenas por debajo del 18% del país y suman unos 7,6 millones.
El guarismo está por debajo del 27,5% que calcula el respetado Observatorio de la Universidad Católica; del 30,8% que arriesga la CGT de Hugo Moyano y abajo del 36,5% que estima el diputado Claudio Lozano.
Aún lejos de las mediciones privadas, las cifras de Yasky revelan el mismo fenómeno que el paro con el que ayer sorprendió el metalúrgico K, Antonio Caló. El retroceso de los aliados del Gobierno frente a los síntomas de una recesión que se profundiza sin pausa, sin freno ni remedio.