AMÉN

Una pena no tener Twitter, una pena no saber rezar. El dramático pedido de Elisa Carrió (“Me voy al conurbano en busca de narcos. Recen por mí”) me llegó irremediablemente tarde, por un medio irremediablemente arcaico (la hoja de papel de un diario sobre una mesa del bar La Orquídea).

No está en mis planes votar por UNEN, pues soy contrario a la centroizquierda. Pero habría rezado sin dudas por el bien de la doctora Carrió. Lo habría hecho a un dios apenas presunto y con palabras un tanto aproximativas, casi adivinadas. Pero lo habría hecho, de haber sabido, porque ese tuit me resultó simplemente colosal.

A Dios le habría rogado así: “Que a Lilita nada malo le suceda, que con ningún narco se tope”. Pero, diciendo esto, habría equivocado el ruego, pues lo que quería la doctora Carrió era, en rigor, toparse con narcos; de hecho, no había ido a otra cosa que a buscarlos. Mejor entonces habría sido implorar: “Protege a Lilita, Señor, que no padezca agresiones”. Pero me habría equivocado también con una plegaria de esta índole, pues la doctora Carrió no pretendía congeniar con los narcos ni entenderse para nada con ellos; al Conurbano se dirigió a combatirlos, a acabar de una vez con esa especie. Debería entonces, según razono, haber elevado al cielo una oración para pedir que Lilita encontrara a los narcos, que se peleara con ellos y que los venciera. Y ampliar la solicitud de esta manera: “Que con sus propias manos los liquide, puesto que armas no usa ni lleva; que con su fuerza y con su fe los doblegue, los suprima de este suelo y aun de la faz de la tierra”.

Dios no tengo, orar no sé. ¿Estaré cometiendo herejía? Tal vez no corresponda entrar en tantas especificaciones al hablar con El que Todo lo Puede. Tal vez, lo correcto sea pedir protección y nada más, y que El decida la forma y los detalles. En cualquier caso, el otro día me encontré con Diego Rojas en una mesa de la Feria del Libro, y él me contó que, por casualidad, le había tocado viajar con Carrió en un mismo vuelo ese mismo día. Le pregunté entonces si ella estaba bien, le pregunté si estaba ilesa. Diego, perplejo, me dijo a todo que sí. A cuántos narcos había encontrado, días antes, en el Conurbano, fue cosa que no me atreví a preguntarle.

Lo importante es que Lilita está intacta. Por lo visto, otros miles rezaron, los miles que tienen Twitter. Y Dios sabe lo que hace. Hay que entregarse y confiar. Siempre.