“No estamos bien, pero tampoco estamos horrible”. El sintético diagnóstico, entre el sinceramiento y la defensa, lo tiró sobre la mesa un alto funcionario del gobierno de Cristina Kirchner en una reunión con empresarios, justo un par de horas antes de la conferencia prensa conjunta que dieron ayer Axel Kicillof y Ricardo Echegaray.
El funcionario en cuestión, de larga trayectoria en la administración K, se refirió así a la situación del empleo y de las empresas en la Argentina, anticipándose a las preguntas que tenían preparadas algunos hombres de negocios. “Tampoco podemos decir que no hay problemas”, volvió a abrir el paraguas, mientras afuera la lluvia no dejaba de caer en el centro porteño.
Fue un día agitado para el Gobierno. Con el dólar blue llegando a los 12 pesos, los ministros de Cristina salieron a atender varios frentes relacionados a la marcha de la actividad económica. Kicillof anunció un plan de facilidades de pago para las empresas con deudas impositivas. La ministra de Industria, Débora Giorgi, se reunió con las terminales automotrices, que vienen afectadas por suspensiones de personal y caída en las ventas.
Los “problemas” a los que hacía referencia el funcionario en el encuentro reservado con empresarios, mientras en Casa Rosada se sucedían esas gestiones, eran justamente los del sector automotriz. Según la visión del Gobierno, los inconvenientes están “focalizados” en esas terminales y los proveedores de autopartes.
Lo que supone además el Gobierno este problema es “un bache” (valga la asociación con los autos) en el marcha de la economía, y no un resquebrajamiento del modelo, por lo cual esperan que la situación tenderá a normalizarse en el próximo semestre, con un nivel de actividad supuestamente menos frío que el actual.
El diagnóstico choca contra pronósticos privados que más que bache pronostican una peligrosa barranca. La realidad irá mostrando en breve cuál es el verdadero rigor del camino.