No logra imponer su agenda ni recuperar la iniciativa, así de sencillo. Después analizaremos si es la clase de agenda que usted y yo queremos, pero el hecho es que el Gobierno monta un caballo desbocado al cual no logra ponerle el freno. La política económica (perdón por usar el término en este caso) se volvió reactiva. No hay una planificación integral que incluya a todas las variables, sino un zapatero viejo que emparcha cada vez que descubre una nueva grieta.
El tan mentado acuerdo de precios y salarios -la promesa que traía esta versión 2.0 del Gobierno, con nuevos ministros y reconocimiento de la inflación- ya mordió el polvo. La idea, como cada vez que se anuncia la inminencia de este pacto, era llevar los aumentos paritarios a un 18%. Ayer, al cierre de esta columna, los bancarios estaban por anunciar un acuerdo del 24%. Por supuesto que el estallido salarial de las policías provinciales fue un atizador de esta dinámica. Algunas policías acordaron subas del 60%.
Por otra parte, recordemos que el acuerdo de los empleados de bancos suele ser el que abre el juego, en ningún caso se trata de un techo.
Y si el acuerdo de salarios hoy suena a inocencia desmedida, el de precios asoma como una quimera. La famosa "década ganada" cerrará este año con un aumento del costo de vida del 27% -según estimaciones privadas-, el más importante desde que los K llegaron al sillón de Rivadavia.
Este aumento que se explica mayormente por la suba del precio de los alimentos no encontrará su freno justo en diciembre, fiestas mediante. El aguinaldo será querosén sobre la llama.
El que pega primero...
"El que pega primero pega dos veces", reza el refrán. El Gobierno lo que perdió fue la iniciativa, poder golpear primero y tener impacto. Hoy va a la zaga. No sólo estoy hablando del manejo de la inflación, también lo podemos ver con el dólar y el gasto público.
La idea del Ejecutivo, según se había filtrado por estas semanas, era la darle lugar a la tan anunciada "sintonía fina". En definitiva, comenzar a recortar parte de los subsidios.
El 4 de mayo yo escribía una columna titulada Para la Argentina, economía familiar, donde señalaba lo siguiente: "Otra cosa que vale la pena observar es la calidad de ese gasto. El gasto corriente sigue siendo el atizador del gasto total. Más de dos tercios del aumento interanual registrado en los dos primeros meses del año tuvo que ver con Gasto en Remuneraciones, Prestaciones a la Seguridad Social y Transferencias Corrientes al Sector Privado. Este último punto es muy importante porque incluye los subsidios".
En el mismo sentido, el columnista de La Nación, Carlos Pagni, remarcaba ayer la situación apremiante que envuelve al esquema de subsidios actualmente.
"Basta con observar esta trilogía, señalada por el economista Hernán Lacunza: los subsidios a la energía y el transporte representan el 5% del PBI; el déficit fiscal alcanzó el 5% del PBI, y la asistencia del Banco Central al Tesoro equivale al 5% del PBI. De modo que, si el Gobierno eliminara por completo los subsidios, volvería a equilibrar las cuentas públicas y dejaría de financiarse con emisión. Es una hipótesis teórica. No una sugerencia práctica. Pero ayuda a calibrar la magnitud del problema", señalaba en su columna.
En el ríspido ambiente que vemos hoy no imagino al Gobierno saliendo a anunciar a los cuatro vientos una reducción de subsidios. Ni siquiera hablo de una generalizada, hay sectores que deben seguir siendo apoyados. Me refiero a aquella focalizada en esas porciones de la sociedad que ya deberían pagar lo suyo y reducir así la presión sobre el gasto, esa que no se evapora sino que se traduce en la mayor carga fiscal de América, sólo comparable con la de países desarrollados.
No obstante, repito, el costo político de esta decisión sería muy fuerte hoy. El Gobierno perdió su momento y deberá esperar a que la coyuntura le abra el juego.
Ese maldito billete verde
Seguro que algunos funcionarios tienen pesadillas con él, otros lo atesorando en sus cuentas. Sin embargo, este es otro aspecto donde el Gobierno reaccionó tarde. La suba del dólar tarjeta llega cuando el blue y el contado con liquidación están por las nubes y el Banco Central pierde su poder de fuego con cada día que pasa.
Algunos medios señalan que Sebastián Eskenazi le reveló a sus amigos del Frente Renovador como Juan Carlos Fábrega le confesó que apenas dispone de US$ 8000 millones en el BCRA y que el resto de las reservas está en recursos ilíquidos, prestados u oro.
Fíjese en el gráfico dónde están las filtraciones hoy.