
Hay una palabra que en el idioma político de los argentinos tiene mala imagen: “gorila”. Toda expresión no peronista o antiperonista queda inmediatamente estigmatizada por esa expresión. Como se sabe, “gorila” tiene su origen en un programa humorístico radial de 1956 como sinónimo despectivo de una posición política, militar o civil, conspirativa y reaccionaria.
Es difícil medir el desprestigio de un dirigente, si éste está siempre vinculado al desprestigio de la fuerza política que integra o no. Pero lo cierto es que, en la historia de los últimos 30 años, los que no son “gorilas”, han gobernado la mayor parte del tiempo. Porque, curiosamente, y desde el restablecimiento de la democracia, el Peronismo gobernó 22 años y medio, que incluyen los últimos doce.
Sin embargo, en las conversaciones cotidianas de estos días se repite una frase: “no sé que pasará en 2015, pero el presidente será peronista, porque es imposible que otro pueda gobernar”. Si un observador extranjero mirara este cuadro podría razonar: “qué pueblo curioso es el argentino: en la decadencia de los últimos 30 años gobernó mayoritariamente un partido que ahora sostienen que es el único que puede gobernarlos”. Algo así como una perspectiva dual a una historia que rechazan y –al mismo tiempo- con la decisión de auto flagelarse con los mismos dirigentes.
La pregunta es si los que no son peronistas tienen idea de la oportunidad que tienen por delante y si sabrán armarla. El primer paso para tomar conciencia de esta oportunidad será reconocer que la política y la democracia no son el problema. Deben admitir que en los siete años y medio de gobiernos no peronistas –el radicalismo y la Alianza- el cuadro económico social mantuvo la misma tendencia declinante.
¿Puede construirse un movimiento exitoso que surja de una combinación entre aquellos que no gobernaron y los desencantados por la gestión de sus propios partidos durante las últimas tres décadas?
Dos sugerencias iniciales –una instrumental, otra de fondo- para dibujar esta opción:
1. Hay que desarmar los pequeños kioscos y las pequeñas cajas de la oposición que permiten la existencia de francotiradores solitarios, a fin de coincidir en un proyecto que apoye, en el orden nacional, en cada provincia y en cada municipio, a aquellos que estén en mejores condiciones para competir.
2. El corazón de la propuesta debe ser reconstruir el tejido social. Ninguna sociedad democrática puede vivir en paz cuando el 75% de los 16 millones que trabajan están en la pobreza o en su limite (datos del INDEC), un tercio de los empleados privados trabajan en negro y mantiene altos niveles de inseguridad e inflación, en la que viven todos.
Es probable que se pueda construir una alternativa al peronismo y a los 30 años pasados. Pero no está escrito en ninguna parte que tenga éxito.
