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EL TRIBUNO
Lo que otros no dicen por miedo o por dinero nosotros lo decimos
29 de Abril, 2015

EL GASTO PUBLICO POR EL ASCENSOR

Autor: bgv065, 13:31, guardado en actualidad

En nuestro país, el sector público va gastando progresivamente más de lo que entra de impuestos. Así parece el déficit fiscal, pero nadie se detiene, nadie frena el gasto. Se aumentan los impuestos, pero no alcanza. Sigue el endeudamiento para seguir gastando, pero aún así no alcanza. Se apela a la emisión monetaria para seguir financiando el déficit. Aparece cada vez más fuerte la inflación, pero no se pone un límite a este proceso. Cada tantos años, 10-12 comúnmente, se produce un default de la deuda porque nos endeudamos demasiado con el exterior o internamente y ya nadie quiere prestarnos. Caen las reservas de oro y divisas al hacer los pagos desde el Banco Central (BCRA) en lugar del Tesoro. Sigue la devaluación, sigue después la recesión y sigue el desempleo muy alto. Los pobres sufren dos veces, por la inflación y después por el desempleo. ¿No podemos parar esta compulsión de repetición tan dañina?

La historia del estatismo es bastante larga. A partir de 1917 Rusia y sus satélites aliados, la URSS, expropiaron toda la actividad privada, la que pasó a ser estatal en un 100%. Este proceso se vio como una posición triunfante en el mundo y las economías occidentales, basadas en el mercado con un bajo nivel de gasto público se sintieron amenazadas. La idea predominante era que "más tarde o más temprano, todos los países pasarían a ser socialistas y el mercado, con sus fallas, desaparecería. La planificación central de toda la producción podría satisfacer todas las necesidades, tanto de las de cada uno como las sociales".

Los pobres sufren dos veces, por la inflación y después por el desempleo. ¿No podemos parar esta compulsión de repetición tan dañina?

A esta tendencia del estatismo triunfante se sumó la crisis más grande del capitalismo, la crisis del 30, con caídas asombrosas de las bolsas y posterior recesión y desempleo que llegó hasta el 25% de la población en EE.UU. y a peores cifras aún en otros países. En aquel momento esta crisis se vivió como "la crisis final del capitalismo" y verdaderamente los síntomas eran muy graves como para considerar esa hipótesis. Había también muchos que disentían con esta posibilidad, aun en la URSS. Por ejemplo, N. Kondratiev, el economista ruso que estaba estudiando el ciclo largo y que era director de Estadísticas y Coyuntura de Rusia, dijo que "el ciclo capitalista era fuerte, pero que se iba a recomponer la economía de mercado occidental". Esta apreciación no coincidió con las ideas de la Academia de Ciencias de la URSS y su teoría fue considerada "falsa" por lo cual Stalin lo acusó de conspirador junto con los campesinos y lo remitió a Siberia, donde murió por el frío, aislado en una choza.

Observando lo que ocurría en URSS y con el objetivo de frenar el desempleo en las economías occidentales, los gobiernos comenzaron a hacer obras públicas en todos lados. Entre nosotros, se creó por ejemplo, Vialidad Nacional en 1931 para hacer caminos. En 1936, esta tendencia de lo que en la práctica hacían los gobiernos, llegó a la academia y J. M. Keynes publicó la "Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero", donde justificaba el incremento fuerte del gasto público, principalmente en inversión real, "con tal de ocupar gente, aunque se contraiga déficit fiscal importante".

La economía occidental de mercado, según Keynes, "podía encontrar un punto de equilibrio permanente con alto desempleo pues los salarios eran inflexibles a la baja".

La economía occidental de mercado, según Keynes, "podía encontrar un punto de equilibrio permanente con alto desempleo pues los salarios eran inflexibles a la baja". Esta justificación del gasto público, que no era aceptada por los economistas ortodoxos o clásicos, vino muy bien a los políticos quienes iniciaron la tendencia de incrementar mucho el gasto público, tanto gasto corriente como de inversión. Los políticos administraban esos fondos crecientes lo que les resultaba muy conveniente, pero siempre diciendo que procuraban ocuparse de todas las necesidades de la población, política que se bautizó más tarde con el nombre de "Estado de Bienestar".

Se estatizaron casi todos los servicios públicos y los sectores clave de la economía como el acero. Se aumentó excesivamente el tamaño del Estado, el cual se ocupó de todo lo relativo a la "felicidad" de la población. Para esto se crearon nuevos impuestos y luego se aumentaron las alícuotas de dichos impuestos. Como no alcanzaron los impuestos para hacer frente a las erogaciones que implicaban estos programas, recurrió al ahorro de personas o instituciones, endeudándose los países en forma muy significativa por medio de los bancos y fondos de pensión y de otras formas. También se recurrió, en casi todos los países, a la emisión de dinero para financiar el déficit.

Entre la posibilidad política de una estatización del 100% como la verificada en la URSS y el pequeño gasto público que hacían los países hasta 1930 que era del 10 al 15 % del PIB respectivo, junto a crisis global de 1930, se decidió aplicar un camino intermedio de gasto público que fue creciendo año a año y llegó a alrededor del 50% del PIB en los países europeos y en menor medida en EE UU, aunque también creció mucho. Altos impuestos y grandes deudas públicas anquilosaron las economías de estos países.

Más recientemente, al configurarse la Unión Europea se estableció un límite máximo tolerable al total de deuda pública, que fue de 60 % del PIB.

Más recientemente, al configurarse la Unión Europea se estableció un límite máximo tolerable al total de deuda pública, que fue de 60 % del PIB. La deuda en muchos casos alcanzó el 100% -o aún más- de las economías de las diferentes naciones. Algunos, como el caso de Grecia hace 3 años atrás, anunciaron recortes de algunos gastos como salarios y jubilaciones y como así tampoco alcanzó, se les hizo una quita a los acreedores por cerca de la mitad de la deuda pública, pero aún es cercana al 180 % del PIB, lejos del límite tolerable.

Recordemos que en 2007 se inició una crisis en EE.UU., que luego se propagó a toda Europa y Japón, y aún cuando ya pasaron 7 años desde su inicio todavía no ha finalizado. Se ampliaron los gastos públicos para reactivar la economía y los bancos centrales pusieron a los sistemas financieros en modo "respirador", es decir, con tasas de interés casi cero para mantener la economía en funcionamiento y evitar un desempleo muy alto. En la coyuntura recesiva se aceptó todo, pero quedó pendiente el problema de como equilibrar las cuentas públicas de las economías europeas, americana y japonesa.

El sistema de gasto estatal al 100 % del PIB fue un fracaso y el sistema puesto en marcha por la URSS cayó en 1989; sin embargo el gasto público en las economías occidentales permaneció muy alto, quizá para siempre. Mirando al futuro, no se sabe cómo esos países podrían desmantelar la estatización de alrededor del 50% de la economía, que fue la causa principal que llevó a estas economías a la presente encrucijada. Salvo los países nórdicos, que incluso han efectuado ya hace años una reducción del gasto público importante, los demás no han encarado seriamente la forma en que lograran salir del anquilosamiento burocrático estatal en el que han caído.

En los últimos años, el gasto público consolidado ha llegado a alrededor del 50% de la economía, midiendo bien el PIB, cuando normalmente sólo llegaba el 28-30% del PIB.

Retornando a nuestra realidad, tenemos el mismo problema, pero para peor con mucho menos "bienestar". En los últimos años, el gasto público consolidado ha llegado a alrededor del 50% de la economía, midiendo bien el PIB, cuando normalmente sólo llegaba el 28-30% del PIB. Será difícil desarmar esta composición muy poco competitiva del país, que solo logró mantenerse hasta aquí por el viento de cola de las materias primas y consumiéndonos las existencias de capital (el stocks de ganado, las reservas de gas, las de petróleo, las reservas de las AFJP, las reservas del BCRA).

Se hace imprescindible fijar límites al gasto público consolidado que, de acuerdo a la historia del país desde 1810 hasta ahora, solo puede funcionar bien con un gasto mucho más bajo y con una deuda pública interna y externa que no supere nunca el 25% del PIB..


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