EL ATERRIZAJE FORZOSO DE LA CÁMPORA

La Cámpora, el grupo juvenil que armó Néstor Kirchner en el arranque de su gestión en 2003 para respaldar sus iniciativas y formar burocracia propia, empieza a sentir los efectos de la debacle electoral del oficialismo. Sus principales dirigentes lucen opacados y el resto, ubicados en las empresas estatales y en lugares secundarios del gobierno y las legislaturas, resisten la presión del peronismo histórico que busca responsabilizarlos por la imparable cuesta abajo que siguió al 11 de agosto.

Ayer le tocó sufrir ese estado de situación al titular de Aerolíneas, Mariano Recalde, vapuleado en el Congreso por los mismos senadores a los que trataba de “zánganos” en los actos políticos cuando el horizonte era ancho y venturoso. Pero la dinámica del poder, que embriaga a los dirigentes cuando sopla el viento favorable, se vuelve perversa a la hora del aterrizaje de emergencia.

Convencidos, soberbios, fanatizados muchas veces, los integrantes del sector kirchnerista más radicalizado en la confrontación, buscan ahora los argumentos que los pongan a salvo de la tormenta que promete más inclemencias después del 27 de octubre. La Cámpora deberá extremar esfuerzos si es que pretende sobrevivir cuando el abrigo laboral del Estado sea apenas un recuerdo