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07 de Agosto, 2014 |
BOCHORNO EN EL SENADO |
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Autor:
bgv065, 16:41, guardado en
actualidad |
Un escándalo acompañó la derogación de la Ley de Subversión Económica. Con el PJ dividido, un llamado en plena madrugada de ayer llevó al bloque a votar por un proyecto que ni siquiera había sido leído.
El llamado "nuevo Senado" tuvo su primera sesión con escándalo, que terminó entre gritos acalorados y legisladores fuera de sí, en una imagen casi copiada del agitado día en que asumieron los "senadores truchos" en 1998.
Sucedió cerca de las 4 de la mañana, cuando el peronismo obtuvo unapobre victoria para aprobar la derogación de la Ley de Subversión Económica: como no le alcanzaban los votos, tras diez horas de debate, decidió adherir en tres minutos a un proyecto de dos senadores provinciales que le aseguraba ganar la votación.
Esa iniciativa no era la que se había discutido en las horas previas —el debate giró en torno de un proyecto acordado con el Gobierno—, y ni siquiera estaba en las bancas de los senadores.
"Teníamos que hacer algo, esto debía salir hoy", reconoció un peronista. Por la tarde se había "caído" la sesión de Diputados que debía tratar otra de las leyes que reclama el FMI, la de Quiebras, y dos fracasos en el mismo día parecía demasiado.
Así, a un costo político altísimo y con la alianza parlamentaria con la UCR hecha jirones, el PJ logró darle a Duhalde la media sanción de una de las leyes que necesita para la negociación internacional.
Duhalde recibió ayer a la tarde en su casa de Lomas al grupo de senadores justicialistas que se negó a votar el proyecto del Gobierno, encabezados por Jorge Yoma y Jorge Busti. Y más tarde convocó de urgencia al bloque, en la residencia de Olivos, para analizar una salida.
La tensión había comenzado después de medianoche, cuando sacaron punta al lápiz: de los 38 peronistas presentes, 8 votaban en contra y no había forma de convencerlos. También se oponían los radicales, el Frepaso y los provinciales, lo que daba un resultado de 32 a 30 contra la ley.
Entonces empezó una llamativa danza de seducción entre las bancasy en los salones contiguos: los provinciales Ricardo Gómez Diez (renovador salteño) y el bussista tucumano Pablo Walter, autores del proyecto, se convirtieron de repente en las estrellas más buscadas de la noche. Alternativamente se les acercaron José Luis Gioja, Marcelo López Arias, Jorge Capitanich y otros para rogarles su voto. No hubo caso: "Si cambiamos ahora, se dirá que nos compraron", fue la respuesta.
Al mismo tiempo, todos "apretaban" en su banca al riojano Jorge Yoma, que repetía "no" con la cabeza y mantenía el ceño fruncido. Con la postura rebelde se mantenían los dos santacruceños, los dos puntanos y los dos entrerrianos, más el chubutense Marcelo Guinle.
Los radicales aprovecharon su fortaleza en número para hacerse fuertes:"De acá nadie se va", ordenó el jefe de bloque, Carlos Maestro. Mandó buscar a los ausentes Mario Losada, Horacio Usandizaga (en sus despachos) y a la chaqueña Miriam Curletti, quien se había ido enferma.
A último momento se cayó la última esperanza que tenía el PJ: el liberal correntino Lázaro Chiappe había anunciado que se abstendría, pero más tarde —tras hablar con el radical Rodolfo Terragno— dijo que votaría en contra.
Hasta que después de las 2 de la mañana, con todos los caminos cerrados, el PJ decidió primero pasar a un cuarto intermedio hasta hoy. Pero Mabel Muller salió del recinto con su teléfono celular en la mano, habló con alguien —la senadora es la más fiel seguidora de Duhalde— y volvió con una orden: había que votar, sí o sí.
Entonces surgió la idea de apoyar a los dos provinciales. La encargada de transmitirla fue Sonia Escudero, salteña como Gómez Diez. López Arias asumió el papel más difícil: en su discurso —el último de la agitada noche— debió hacer pública la de cisión de votar otro proyecto.
"Derogar o modificar esta ley es lo mismo, no significa impunidad para nadie", aseguró. Pero se contradijo involuntariamente al afirmar luego: "Prefiero que me digan responsable de que alguien quedó libre, y no que me hagan responsable de haber frustrado una nueva esperanza que nacía en la Argentina".
Al presidente provisional, Juan Carlos Maqueda, no le fue mejor. Debió llamar a votar con urgencia, negarse a que los sufragios fueran nominales y pelearse a los gritos con Chiappe, quien, de pie, colorado y a los gritos lo acusó por no cederle la palabra. También cerró sus oídos a los reclamos de Cristina Kirchner, que reclamaba para hacer una cuestión de privilegio.
Así, en medio de un caos de gritos ("¿Qué estamos votando? ¡Ni siquiera tenemos ese proyecto, señor presidente!", reclamaba el radical Juan Carlos Passo), se aprobó la ley en una sesión definida por peronistas y radicales con palabras como "bochorno" y "vergüenza".
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Roberto Barozzi
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