Por EMILIO. J CÁRDENAS ( analista del grupo Agenda Internacional )
La respetada revista "Euromoney", como otras, publica todos los años el ranking de los países, calificándolos según el grado de atracción que proyectan a los posibles inversores del exterior. Para ello, más de 400 economistas de todas las líneas de pensamiento son convocados -a lo ancho y largo del mundo- y, específicamente, consultados mediante una encuesta común con la que se procura determinar el respectivo "riesgo país".
Temas como la seguridad jurídica y el buen funcionamiento y previsibilidad de las instituciones nacionales pesan significativamente; también el llamado "clima" político y social; el grado de cumplimiento y respeto de los contratos, así como el buen funcionamiento de un poder judicial eficiente que debe, inequívocamente, ser considerado imparcial e independiente y el orden presupuestario, monetario y financiero
Mirando simplemente en nuestro derredor advertiremos que, para la Argentina, las condiciones hoy no lucen demasiado atractivas. El pretendido "modelo" económico oficial hace agua por donde lo miren. No hace falta demasiada perspicacia para advertirlo. Los disparates están a la vista de todos. Basta con dejar un minuto de lado la retórica que nos envuelve y analizar qué nos pasa para advertir que no vamos bien.
La sensación consiguiente no es ciertamente la ideal, más allá de las vibraciones nacionalistas con las que ahora se pretende esconder o disimular las grietas de una economía castigada por la inflación, desvencijada caprichosamente por los múltiples subsidios, que hoy desgraciadamente cruje en demasiados rincones.
Por todo esto no sorprende demasiado que nuestro país se ubique mal, en el puesto 95 del ranking que emana de la antedicha encuesta. Cayó seis puestos después de obtener calificaciones negativas en los indicadores de acceso a la información y transparencia, corrupción y riesgo institucional. Se ubicó apenas por delante de la desquiciada Venezuela, que aparece en el puesto 101; o de Bolivia, que aparece en la ubicación 110; o de la caótica y autoritaria Ecuador, que está en la posición 114. Así nos ven desde afuera, los que saben mirar y medir. Y esto no puede dejar de ser tenido en cuanta cuando de hacer autocrítica se trata.
El ascendente Perú, en cambio, aparece ubicado en el puesto 48. Todavía detrás de Chile, Brasil, Colombia, Panamá y México, que son los países de nuestra región que, en el orden apuntado, más atraen por su seguridad, progresos en el plano de lo político y de lo social, buen andamiaje institucional y aciertos en materia de conducción y política económica. Obviamente.
Cuando, en cambio, el capricho de los "infalibles" (en rigor, mediocres o improvisados) reemplaza siempre a la racionalidad; cuando se elige caminar mirando hacia atrás y conducir de contramano; cuando los zarpazos alejan la búsqueda de los consensos siempre necesarios; cuando el diálogo es desterrado por el discurso único; y, peor aún, cuando la visión de futuro o no existe o es opaca sino difusa, las imágenes que se proyectan al exterior son diferentes y, como consecuencia, los países dejan de atraer. Simple y lineal.
Miremos en nuestro derredor y veremos que los técnicos de los 180 distintos países que fueron consultados aparentemente no se equivocaron al confeccionar el ranking que esta vez nos ocupa. Mal que nos pese, así estamos. De atractivos tenemos poco y nada. Y este mal nos lo hemos infringido nosotros mismos con nuestros endosos y con nuestros silencios. También con nuestra egoísta pasividad cuando de defender nuestras libertades más importantes se trata.
